Pepe López confirmó. Se llevó el mejor lote y lo dejó ir. Mató al primero de cuatro pinchazos, una entera y descabello; salió al tercio entre muy tibias palmas. Al que cerró plaza lo indultó entre comillas. Fue abucheado al dar la vuelta, es decir, estuvo muy por debajo del toro. Humberto Flores, mató de gran estocada (un pelín caída) a su primero para cortar una oreja. Al cuarto lo despachó de entera trasera, caída y tendida. Salió al tercio con fuerte división. Federico Pizarro, cortó una oreja de muy poco peso a su primero -entera en buen sitio-. Al quinto lo desperdició, pero lo mató con eficacia. No sé por qué a los menos indicados les toca el mejor lote, serán cosas que vienen de arriba. Así, Pepe López podría haber cortado por lo menos cuatro orejas y se fue de vacío. Tampoco sé si le concedieron algún apéndice del estupendo e indultado sexto, pero es lo de menos. Cuando hay toros boyantes, nobles, importantes y con sesenta pases en la barriga, hay que aprovecharlos, quedarse quieto y templar. Se dice fácil, pero para eso se visten de luces los toreros: para decirnos que son artistas y héroes. Nada más alejado de la realidad del muchacho moreliano, quien pegó los mejores muletazos cuando sus dos astados le ayudaron sin egoísmo. No se vale destorear, echar la pata atrás y dejar ir a dos toros de la ilusión. Que a veces se ajustó, que en ocasiones toreó largo y con clase, que por momentos se quedó quieto, son cosas que por obvias no merece la pena alabarlas. Sólo le digo que al dar la vuelta después de semi-indultar al excelente "Guillo", la gente le chilló con ganas y le aplaudió mucho a los ganaderos Benigno L. Pérez Lizaur y Miguel Valladares García. Humberto Flores, el primer espada, necesitaba un triunfo grande y no lo consiguió. Su primer enemigo fue débil, muy débil. Recordaremos siempre una chicuelina dejándose venir al toro del tercio a los medios, en la que clavó las zapatillas en la arena y le bajó las manos con un temple exquisito. También, de ese segundo de la tarde, quedará la entrega con la que lo mató, yéndose por derecho y tumbándolo sin puntilla. La oreja fue merecida. Su segundo toro tenía una bravura seca y complicaciones por el lado derecho. No obstante, por el izquierdo, se prestaba al lucimiento. Humberto lo mandó dos veces y desistió. La gente se desesperó y le chilló cuando montó la espada. Lo dicho, hay veces que los toreros están para la gloria y otras no. De Federico Pizarro habría que apuntar su clase, cosa que nunca le ha faltado. Sin embargo, no puede quedarse quieto, y aunque a su primero le cortó la oreja, su labor no pasó del oropel y el relumbrón. Sus dos toros fueron ofensivos, nobles y con recorrido; en otras manos... Uno se pregunta, después de quince años de alternativa y de muchas oportunidades: ¿Por qué no se queda en la cara? ¿Por qué no liga? ¿Por qué no le responde al público que tanto lo quiere y le mima? ¡Vaya a saber! Si un torero aguanta -como él- en una cambiado escalofriante y con clase para iniciar la faena, entonces a qué vienen detalles y sólo detalles. El arqueo, balance o análisis de esta corrida tiene que decir sólo una cosa: los ganaderos de Santa María de Xalpa, con su encaste español -Domecq del bueno-, están pidiendo toreros, y la pobre afición de La México les secunda.Triste es decirlo, pero en esta tarde fría y bajo la amenaza de lluvia, los cinco mil espectadores que se dieron cita en la plaza más grande del mundo, se llevaron a casa el recuerdo del pasodoble El Gato Montés (magistralmente interpretado por la banda entre el primero y el segundo de la tarde, quizá recordando al maestro José Álvarez, "Juncal"), la estampa de los toros, su nobleza, y muy poco más. Información Burladero.com
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