jueves, 20 de septiembre de 2007

Joselito, el recuerdo de un Maestro.

Les presentamos una contribución que nos manda por correo un aficionado, aquí la compartimos con ustedes: En pocos días se cumplirán ya seis años de uno de los grandes eventos que su servidor ha podido contemplar en su ya sexagenaria vida, son casi cincuenta años los que cumpliré desde que mi padre me llevo a los doce a ver una corrida de toros, afición de la cuál quede prendido desde entonces. La viví con grandes figuras, faenas de Capetillo, Camino, Manolo, El Capea, Armillita, o David Silveti , fueron algunos. Soy Potosino de nacimiento y Galeno de profesión la cual, he ejercido pocos años por dedicarme al comercio y mudarme a vivir al D. F., donde he radicado por varios años, sin embargo mi terruño es mi querencia y vuelvo siempre que puedo. En aquel Noviembre del 2001, ese Domingo comenzó con una mañana algo fresca y un cielo azul, un sol quemante como son los mediodía en San Luis y con esa ligera brisa, lo recuerdo como si fuera ayer. Por la tarde la plaza El Paseo, registraba algo mas de media entrada, a veces no entiendo al público, ya que la sola presencia del Español merecía el lleno, en fin, cosas de la fiesta de México. Afortunados fuimos los que vimos hacer ese día el paseíllo al maestro José Miguel Arroyo “Joselito”, impecablemente enfundado en un terno Obispo y Oro, yo le había visto antes en un viaje a Ecuador, había estado bien pero esta vez había algo especial en el ambiente, en él, se le veía contento, se le veía en torero, discreto, pues hizo apenas un saludo cuando Zotoluco lo invito a saludar después de que la gente lo había sacado a este al tercio a saludar tras el paseíllo. Me llamo la atención su capote con el envés en color Obispo, algo no muy común y como al ser el segundo espada nada mas abrirlo se notaba que estaba muy poco engomado, o como dicen con poco presto. Salió el toro, llevaba el nombre de Zorrito (ofrezco una disculpa si me equivoco no recuerdo muchos detalles y solo conservo alguna crónica en mi archivo personal) era negro montadito y bien cubierto, un dije, Joselito lo llevo del tercio a los medios por verónicas y lo dejo ahí, con una media que aún no se me olvida, el torito tenia clase pero se quedaba corto y aunque le faltaba transmisión era bueno, valía, lo pico poco y José Miguel tomó la muleta, perfecta, inmaculada, planchada, y cito, uno, dos, tres derechazos y nada, algún tonto ¡de esos que hay muchos en las plazas! se desespera, pero el maestro no!, la plaza expectante, no había ruido todos callados hasta que esa maldita costumbre de pedir música rompe el silencio, nos repusimos, y entonces, el milagro, citando, dando el medio pecho, la pierna de salida adelantadita y el compás ligeramente abierto, las zapatillas clavadas, su figura cual soldadito de plomo, el toro entregado a los toques tan sutiles como precisos y el maestro comenzó a dar una sinfonía de torería, de técnica, de clase y de arte, recuerdo un cambio de mano que no se me va olvidar nunca y aunque otro tonto (de esos que hay muchos) gritaba mátalo!, mátalo ya!, los demás nos impusimos, la faena fue justa y los últimos adornos caricias, y al final una estocada algo caída pero eso es lo de menos, dos orejas apenas justas y mis manos rojas de tanto aplaudir. Inmenso, portentoso, pero había que despertar porque seguían…los otros, la tarde pasaba ordinaria y vulgar ante lo visto. Y de nuevo la ilusión, salió el quínto no recuerdo el nombre pero era cárdeno, vareado y mas descarado de cuerna, mostraba las puntas, tenía mas raza y poder. Joselito quito por chicuelitas y le dio un recorte con pellizco, y luego, la muleta, mandona, torera, la embestida brusca, peligrosa se metía y tenia menos clase que el otro pero trasmitía mas, y así como no queriendo se escucho un gran silencio, sí juro que se escuchaba! porque acompañaba la faena, los derechazos eran enormes y los naturales justos. Aquellos tontos (de esos que hay muchos) que al principio gritaban sandeces las cambiaban por gritos de torero! Torero! Se habían cultivado de repente. Pinchazo y estocada, una oreja y la sonrisa del maestro, el frío calaba pero en mi barrera de sol yo gozaba y la plaza entera también. Después de eso yo quería que acabara la corrida, pues el resto fue lo mismo, ordinario y vulgar. Finalizo la corrida con el maestro a hombros, después la tertulia final con todos conversando del gran suceso. Ya de noche en cama yo soñaba el toreo, el toreo de Joselito. Gracias maestro, aquí mi humilde y sencillo recuerdo por esa gran tarde que usted me regalo, en mi tierra querida, mi admiración eterna. Dr. Juan M. Martínez, México D. F.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

emocionante cronica del señor yo tengo buenos recuerdos de aquella tarde que fue de mucho arte, olé por los aficionados buenos.

Anónimo dijo...

asi es , de las mejores tardes que hemos visto en san luis, yo apenas 30 años, pero en esos 30 años de las que mas recuerdo, el maestro en maestro.
ole!